¿De qué hombres estamos hablando? Yo diría que de la mayoría.
Me parece que esta es una situación que está pidiendo ser abordada. Y creo que para poder enfocar y resolver con acierto cualquier circunstancia que vivamos, lo primero que toca es atrevernos a reconocer honestamente aquello que nos está pasando por dentro.
En el caso de los hombres de hoy en día, “lo que nos está pasando” tiene bastante que ver con el movimiento feminista y su repercusión; muy especialmente en lo que toca a nuestra vivencia personal, pero también a nivel global en la sociedad.
Como terapeuta – a la vez que como hombre -, lo que yo detecto es que la mayoría de nosotros el feminismo nos tiene cabreados en mayor o menor medida.
¿Y qué es lo qué nos cabrea exactamente? Pues el potente impacto que está teniendo, tanto en la manera en que es percibida nuestra masculinidad, como en los cambios que está demandando, de la sociedad en general y de los hombres muy en particular.
La emoción – en este caso el cabreo – es únicamente el síntoma, pero la pregunta que hemos de hacernos es ¿Qué se mueve por debajo? ¿cuáles son los detonantes de ese cabreo?
Después de recapacitar durante algún tiempo sobre este tema – aparte de que lo vengo observando a través de mi trabajo – he llegado a identificar 4 percepciones y maneras de sentir que comparten la mayoría de hombres. Por supuesto que se trata de observaciones que no pretenden ser respuestas cerradas, pero sí que creo que nos proporcionan pistas muy valiosas sobre lo que estamos viviendo.
- Los hombres nos sentimos señalados
Esto no ofrece ninguna duda: el feminismo señala a los hombres. Si bien algunos de nosotros podemos estar a nivel intelectual más o menos comprometidos con su propósito – que es lograr una sociedad más igualitaria en lo que respecta a los géneros –; más o menos concienciados de su relevancia, y lo que es más importante, más implicados en llevar a la práctica sus propuestas de cambio, el caso es que no hay quien escape a ese señalamiento: en el momento en que nos identificamos como hombres, ya nos sentimos señalados.
- Nos sentimos juzgados
No solamente nos sentimos señalados, sino que la mayor parte del tiempo también nos sentimos juzgados. Me parece comprensible que algunos de nuestros comportamientos automáticos y respuestas habituales sean señaladas, y en función de cuáles sean éstas, reprendidas o condenadas también, ya que para lograr una sociedad más equilibrada es necesario poner fin a situaciones que en la actualidad son injustas. Aún así, a nadie nos hace gracia sentir que se nos juzga.
- Nos sentimos empujados a auto cuestionarnos
Y vamos un paso más allá: aparte de ser señalados y juzgados, también se nos “invita” a que revisemos nuestras actitudes. Una invitación que es percibida como presión, pues prácticamente somos empujados a embarcarnos en un proceso de auto cuestionamiento personal que afecta a todos los ámbitos de la vida: la historia familiar, la manera de funcionar o interactuar en el trabajo; las relaciones sexuales y de pareja, etc.
El caso es que, independientemente de que se trate de un hombre o una mujer, entrar en un proceso de “revisión” de nuestra vida no es tarea fácil, puesto que a nadie nos gusta tener que admitir que algo no anda bien y que necesitamos hacer cambios. Para entrar ahí se necesita una alta dosis de humildad. En muchas ocasiones dar ese paso va a requerir de un pequeño empujón, bien sea por parte de la persona que tenemos al lado o por alguna circunstancia personal dolorosa que nos lleve a ello.
- Somos obligados a renunciar a privilegios
Y claro está, como se nos pide que esa revisión personal case con las demandas del feminismo, sin ninguna duda se nos está pidiendo que renunciemos a privilegios. Es por eso que los hombres en general, desde nuestra vivencia vemos el camino a recorrer no como de ascenso y ganancia, sino como de descenso y de pérdida.
Mucho tiene que ver con el hecho de que la mayoría de hombres no están o estamos preparados todavía para percibir la “recompensa” de una sociedad más justa y amorosa al final del camino.
En resumen, ¿hay alguien en la sala que se sienta señalado/a, juzgado/a, empujado/a a “revisarse”, y animado/a a despojarse de privilegios, y que no sienta enfado por ello? ¡Que levante la mano!
Ahora bien ¿cuál debe ser nuestra respuesta ante este cabreo?¿sería conveniente reprimirlo, suprimirlo, desactivarlo?
Como seres sintientes que somos tenemos todo el derecho a experimentar cualquier emoción, sea la que sea. Lo que procede en mi opinión no es rechazarla ni ocultarla, sino precisamente lo contrario: ponerle consciencia y darle voz y espacio. Estos son pasos imprescindibles para llegar al meollo de cualquier vivencia. Con esa intención es que estás leyendo estas líneas.
Está claro que hay desequilibrio en cuanto a las circunstancias a las que se enfrentan mujeres y hombres respectivamente, y esto no es una opinión: podemos verlo en el último informe sobre igualdad de género, donde parecen muchos indicadores de que se trata de una realidad. Podéis leerlo Aquí.
Y es verdad que ante una situación de desigualdad o injusticia corresponde que se tomen decisiones y se emprendan acciones que como sociedad nos lleven a mejor puerto. Ahora bien, eso no significa que no hayamos de estar atentos – por lo menos los que nos dedicamos al mundo terapéutico – para saber acompañar a esos hombres que andan desubicados y no entienden qué (les) está pasando.
Sí que saben es que están bastante enfadados, de modo que lo primero que van a necesitar es poder ver o reconocer de dónde viene esa emoción de cabreo y malestar, ya que de otro modo va a ser muy difícil que lo atraviesen y puedan percibir la realidad desde una perspectiva más amplia. Solo entonces estarán preparados para dejar de rechazar con fuerza las propuestas de cambio que propone el feminismo.
Quizá no somos muy conscientes de ello, pero ha sido precisamente en respuesta al movimiento feminista que nosotros los hombres hemos empezado a movilizarnos para formar grupos de apoyo desligados del deporte o de cualquier práctica productiva, algo impensable en otros tiempos.
En los grupos que yo coordino (Masculino Plural y Caminando entre Hombres), mi enfoque y prioridad siempre es y será el crecimiento de los hombres. Ahí nos damos el espacio para examinar y cuestionarnos nuestras propias actitudes y patrones de comportamiento. Lo hacemos con cada una de las áreas de nuestra vida, incluido todo lo que tiene que ver con los asuntos “de género” que nos afectan. A veces toca tratar el tema de los privilegios masculinos, pero no partimos del abordaje feminista puro, sino desde la exploración interna propia, la toma de consciencia, la reevaluación de actitudes desde una perspectiva más abarcadora, y la transformación hacia una experiencia de vida más rica y satisfactoria en su conjunto.
En nuestro horizonte visualizamos a un hombre más consciente, que se reconoce en la fuerza y el equilibrio, y que co-protagoniza con la mujer la construcción de una sociedad más justa.