ESTOY PA’ CHOPPED

A los más jóvenes esta expresión les puede parecer un poco viejuna, pero vamos, que lo que viene a decir es que estoy hecho polvo.

Eso es lo que hoy quiero compartir con vosotr@s.

En la cultura en la que estamos inmersos hoy en día, al parecer lo que prima es aparentar que todo está bien siempre – que estamos felices todo el rato. Yo sin embargo creo que hace falta visibilizar que NO SIEMPRE es así. Y que además, precisamente eso es lo normal.

En la vida no es posible mantenerse continuamente en lo más alto. Nuestro paisaje vital irremediablemente va a estar compuesto de montañas y valles; habrá mesetas despejadas, sí, pero también a veces nos encontramos con acantilados y abismos.

Esta costumbre que hemos adquirido de mostrar únicamente lo bueno que nos pasa transmite una idea engañosa: la de que todo nos va bien a todas horas. Es como si estuviéramos metidos en un falso escaparate de felicidad continua e inquebrantable.

Ese es el mensaje que nosotros emitimos, y también el que recibimos de nuestro grupo social a todas horas. ¿Y por qué lo hacemos? Pues posiblemente porque cuando nos pasan las cosas ordinarias de la vida, nos parece que esta es una mierda, pues claramente hay algunas de ellas que no nos gustan en absoluto.

Yo ahora por ejemplo estoy experimentando una recaída a causa del tumor cerebral que me detectaron hace un tiempo. ¿Y eso qué significa para mí? Pues que según afirma el equipo médico que me trata, el tumor esta creciendo, con el riesgo para mi salud que esto supone, por lo que tengo que recibir entre 6 y 12 ciclos de quimioterapia en total. Con 3 que llevo ya puedo afirmar que estoy hasta el gorro, que lo odio con todas mis ganas y que hago de tripas corazón cada vez que me toca ingerir las pastillas de la quimioterapia de cada ciclo. Este tratamiento me está dejando en un estado bastante bajo de moral y con poca energía, por no hablar de otros efectos secundarios que se suman al malestar generalizado. ¿Y qué podría hacer? Pues tengo fotos que podría compartir de momentos chulos con seres queridos en los que me siento guay, pero eso solo reflejaría una parte casi anecdótica de lo que es mi vida en estos momentos.

Porque hoy por hoy, MI VERDAD es que estoy pa’ chopped.

Lo de tener cáncer digamos que es una situación poco ordinaria, pero lo que sí es normal es que experimentemos tropiezos, o cosas “malas” en la vida, como por ejemplo una separación, un despido del trabajo, la pérdida de un ser querido, el desencuentro en una relación amistosa, objetivos frustrados, fracasos, etc. El que nos guardemos para nosotros “lo malo” que nos ocurre tiene como consecuencia que la gente con la que nos relacionamos – también la más cercana – solo tiene acceso a una parte de nosotros.

Yo veo que esto lo fomentan especialmente las redes sociales, pues ahí la línea que divide una amistad verdadera – donde se supone que la relación es auténtica y no tan sesgada – de una superficial o incluso figurativa, no existe.

El hecho de que el mundo virtual de las RRSS aglutine a todas las personas con las que has contactado, sean cercanas en tu vida real o no, dificulta que las relaciones que estableces desde ahí lleguen a ser genuinas. Cuando a través de esas plataformas ofrecemos siempre la imagen de que estamos guay, lo que estamos haciendo es afianzar esa tendencia a movernos en el mundo de las apariencias.

La realidad es que únicamente una pequeña parte de las relaciones que has establecido con personas en el mundo real – quizá las personas más cercanas a ti – se van a atrever a compartir lo que realmente les esta pasando, que no siempre es “bueno” o positivo. Solo estas personas nos pueden hacer de termómetro fiable de lo que experimentan en su mundo.

Otra cosa, unida a la anterior, sobre la que también me ha dado tiempo a reflexionar es lo siguiente: ¿qué ocurre cuando nos enteramos de que alguien está “mal”? ¿Somos capaces de permanecer a su lado? ¿Podemos sostener su sufrimiento? Pues la verdad es que no todo el mundo puede.

En muchos momentos en los que he sentido frustración, o he atravesado una mala racha o enfermedad me he dado cuenta de que hay gente que se queda cerca y otra que desaparece. Algunas de las que desaparecen lo hacen sin ser muy conscientes de ello, y de hecho si hablas con ellas toman nota y enseguida regresan a tu lado. Pero hay otras que necesitan alejarse, ya que no pueden contactar con el sufrimiento o el dolor.

Únicamente podrán acercarse a ti si estás bien, nunca si detectan que estás mal.

 ¿Cómo reaccionar ante esta situación? Para resolver ese dilema interno, a mí me ha servido verbalizarlo; señalárselo a la otra persona y dejarlo ahí. Ya es su responsabilidad si regresa o no. Me alegraré si lo hace, pero si no, lo más seguro es que me plantee lo adecuado que es para mí mantener esa relación.

Aquí quiero puntualizar que la demanda no es que los otros nos den lo que queremos, ni que estén de la forma que a nosotros nos apetezca; se trata de que sean capaces de permanecer cerca –física, emocionalmente, o ambas – desde aquel lugar donde pueden, es decir, con la forma de acompañar que les sea propia.

Existe entonces la consolidada tendencia a mostrar solo las partes de nuestra vida que tienen una cara amable. Pero también puede darse la actitud contraria, que es colocarse siempre en lo malo o negativo de nuestra vida. Es decir, estar siempre en la queja y en el papel de víctima.

Es verdad que los procesos digamos “difíciles” tienen un recorrido, que puede ser más largo o más corto. A mí ahora esta enfermedad me está llevando a tener que atravesar algunos meses de encontrarme mal, pero he disfrutado de unos años en los que me he sentido muy bien. Lo que quiero decir es que cada un@ tenemos nuestros tiempos y necesitamos transitar a nuestro ritmo aquello que nos pasa a. Lo que no nos beneficia en absoluto es instalarnos en la queja.

Cuando no estamos tan bien como nos gustaría necesitamos aceptar que es así y procesar lo que tenga que ser procesado, pero instalarnos en el pobre de mí solo conduce a la impotencia. No solo la nuestra, sino también la de la gente que está cerca y está viendo que no puede ayudarnos.

¿Qué procede entonces? La estrategia que a mí me funciona es movilizar mi energía hacia el bienestar, y apreciar todo lo bueno que encuentro dentro de mi estado de “calamidad”. Yo elijo posicionarme en el SÍ, en lo positivo, y no solo en el NO y en lo negativo. Tan insano me parece esconder esa otra cara más oscura de la vida como regodearse en ella y habitar de forma permanente en la tristeza y el decaimiento.

“Hay que hacer por vivir”, es mi lema.

Estas líneas que comparto con vosotr@s pretenden ser un alegato a la naturalidad de la vida con todo lo que ella conlleva. A pesar de que algunos contenidos – cosas que nos pasan y nos duelen – pueden ser difíciles de transitar, hemos de aceptarlos como parte intrínseca de nuestro viaje. Nos toca y nos conviene “naturalizar” que no siempre es posible estar feliz y de buen humor. También aprender a acompañar a aquel que sufre, o que un momento dado no está en la cresta de la ola.

A pesar de que reconozco que es algo que a mí me cuesta especialmente, quiero romper una lanza por el por el parar, el “no hacer” y aceptar que hay cosas para las que ahora no tengo fuerzas.

Me corresponde pues, dejarme estar con lo que hay, con días de más energía y de días con menos energía, y darme cuenta de que independientemente de cuál sea mi estado físico, emocional, mental o espiritual, recibo mucho amor de los seres queridos que tengo cerca.

Abrir chat
Contactar por Whatsapp
Hola, soy Guillermo
¿Puedo resolverte alguna duda?