Hoy os quiero hablar sobre sexualidad… mi sexualidad ¡¡Vaya temazo!!
He de admitir que llevaba tiempo queriendo escribir sobre este tema, a pesar de que a la vez me produce cierta vergüenza exponerme ante quien quiera que vaya a leer estas líneas. Tanto es así que he dudado un montón entre permitir que este escrito viera la luz, o que permaneciera guardado entre mis reflexiones más privadas.
Como podéis comprobar, he conseguido atravesar ese pudor, de modo que aquí os dejo mi vivencia y algunas consideraciones propias sobre un tema que considero tan importante en nuestras vidas.
La razón por la que al final me he animado a abrir este “melón” es porque nosotros los hombres en muy pocas ocasiones tenemos la oportunidad de escuchar a otros hombres y de vernos reflejados en las experiencias que conciernen a nuestra sexualidad masculina.
Por supuesto que este texto no tiene pretensiones académicas, ni de investigación, ya que yo no soy sexólogo. Únicamente intento compartir con quienes me leáis, mi vivencia respecto a este tema y de ese modo dejar que entre un poco de luz en una habitación – metafórica y literalmente hablando – que por lo general suele permanecer cerrada.
Dedico esta apertura mía principalmente a los hombres, con la idea de que mi testimonio pueda servir para que no nos sintamos tan bicho-raro en nuestra soledad, y para que las mujeres tengan también acceso a una de las múltiples realidades que podemos vivir los hombres en ese área.
Antes de empezar sí que quiero resaltar que mi testimonio está libre de experiencias sexuales traumáticas, por lo que algunos de los que me leáis posiblemente os sintáis bastante alejados de mi relato. Es muy comprensible, y desde aquí quiero reconocer vuestra valentía y enviaros fuerza para derruir ese muro, pues no hay muro que sea indestructible si contamos con la ayuda necesaria. Aquí la terapia puede marcar la diferencia. Yo mismo me dedico a acompañar a personas en sus procesos de cambio: cuando necesitan sanar alguna herida, cuando atraviesan alguna dificultad que les pone en desequilibrio emocional, o simplemente cuando desean poner más luz en algún área de su vida. (+Información AQUÍ).
Espero que mi exposición aquí sobre todo sirva de excusa para que iniciemos conversaciones – bien necesarias – sobre el tema, y establezcamos un diálogo con las personas con las que compartimos nuestra sexualidad con el fin de aportar más luz y claridad a nuestras respectivas experiencias. Es únicamente de ese modo que podremos avanzar hacia una sexualidad más satisfactoria, sana, respetuosa y llena de placer, pues no hemos de olvidarnos de que la sexualidad – para mí y sospecho que para la mayoría -, va fundamentalmente asociada al disfrute y al placer.
Lo primero que me aparece al reflexionar sobre este tema son la cantidad de tópicos culturales dentro de los cuales ha aflorado y se ha desarrollado mi sexualidad. Empezando por la manera en que accedí a aprender sobre ella y a iniciarme en su práctica, pasando por las fuentes que me sirvieron de referente. A través de esas fuentes aprendí cómo se supone que tiene que ser la sexualidad para un hombre, es decir, lo que es correcto desear y disfrutar, y cómo actuar siempre buscando mi propia satisfacción sexual.
Ahora tengo 46 años, y la verdad es que cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que tanto mi abordaje como mi trayectoria en materia de sexualidad en conjunto no estuvieron mal. Eso sí, hubiera deseado que algunas de mis experiencias hubieran sido más nutritivas.
Puedo decir que en mi colegio la formación en materia de sexualidad podría haber sido mejor. Eso, a pesar de que reconozco que sí nos enseñaban a tomar en cuenta el sentir de la otra persona y nos animaban a mostrarle empatía. Los afectos estaban muy presentes y nos invitaban a abrir un espacio para la exploración y a la curiosidad.
Para la mayoría de los hombres tanto la manera de aprender como la de acceder a la sexualidad y de manejarnos en ella, entiendo que ha sido bastante parecida, por lo menos hasta nuestros días. Para empezar, compartimos el haber crecido dentro de una sociedad patriarcal, la cual marca muy claramente cuál debe ser el papel que debe desempeñar el hombre dentro de la relación sexual. Me refiero sobre todo a la relación heterosexual, pues es con la que me identifico. Aquí me gustaría aclarar también que aunque yo siempre me he sentido y me siento un hombre heterosexual, eso no quiere decir que en mi aprendizaje no haya explorado el contacto homosexual de forma más o menos explícita. Habría aquí que delimitar más claramente qué comportamientos pueden ser etiquetados como sexuales y cuáles no, pues creo que restringir la denominación de “sexo” al ámbito de la genitalidad resulta bastante pobre. Más adelante en el texto explicaré mejor lo que quiero decir.
De la época del colegio recuerdo permitir que mis compañeras exploraran mi cuerpo, y a mi vez explorar yo sus cuerpos mediante juegos. Recuerdo que muchos juegos eran consentidos, pero en otros aparecían las relaciones de poder. Cuando ahora lo recuerdo me pregunto cómo se sentirían algunas de mis compañeras con respecto a algunos de mis comportamientos. Desde mi posición de hombre adulto y sin poder deshacer lo que pasó, me sale pedir disculpas a las chicas que en algún momento se hubieran podido sentir violentadas por mí. Y es que si esa fue la forma en que yo, como niño y adolescente aprendí y me introduje en la práctica de la sexualidad, también lo fue para mis compañeras, y reconozco que en algunas ocasiones esa experimentación hubiese podido resultar menos torpe y más satisfactoria para ambas partes. En cualquier caso – aunque está claro que habría que escucharlas a ellas – recuerdo que por mi parte, a la vez que la curiosidad y la excitación de estar explorando lo desconocido, estaba presente el respeto por el deseo y los límites de mi compañera. También ahora me toca reconocer – en ese momento por supuesto que no era consciente – que en esos juegos se colaba un sentimiento culturalmente aprendido de superioridad con respecto a mis compañeras.
Pero mi historia es la que es, y a pesar de que me considero afortunado por haber recibido cierta educación sexual básica donde me explicaron la fisiología de los órganos sexuales masculinos y femeninos y el papel que jugaban los afectos en ese ámbito, en lo que al aspecto práctico se refiere, es decir a la hora de aprender a relacionarme con las otras personas en el terreno sexual, mi método no ha sido otro que el de prueba y error. Me hubiera gustado acceder a toda la información que hubiera necesitado. Porque la que me llegaba quedaba restringida a contenidos pornográficos y a los relatos – no siempre basados en la realidad – de otros hombres adultos.
Admito que disfruto de una gran sensibilidad asociada al sentido del tacto, y siempre he gozado mucho el contacto piel con piel. Para mí tocar y sentir otro cuerpo a través del contacto es una forma de tocarme yo y de sentir mi propio cuerpo. Esto me ha llevado a extender mi atención a otras áreas – tanto de mi propio cuerpo como del de la otra persona – que no entran dentro de la pura genitalidad, permitiéndome ampliar la mirada respecto a todo lo que implica el contacto sexual y el disfrute derivado de él.
Cuando por ejemplo en consulta doy un masaje me gusta subrayar que no tiene por objetivo la excitación sexual. Al mismo tiempo soy plenamente consciente de que esa energía erótica puede en algún momento hacerse presente. A pesar de que intencionadamente en mis masajes se excluyan los pechos y los genitales, y que no se persiga un “final feliz”, el placer derivado del contacto físico piel con piel está presente, y hasta forma parte del efecto terapéutico del masaje; me refiero a esa sensación gozosa e íntima de ser cuidad@, respetad@ y mimad@ por las manos del o la masajista. Vamos, que si somos capaces de concebir la sexualidad de una forma más amplia, el contacto del masaje entra dentro de un intercambio sexual, a pesar de que la comunicación que se establece tiene una evolución energética que se desvía de ese fin.
Relacionado con lo anterior se me hace importante señalar que, a la hora de enseñar/aprender sobre sexualidad tendríamos que comenzar por dirigir la atención a la geografía de nuestro propio cuerpo y a sus necesidades: aprender de él y de lo que nos refleja al ser explorado. Nuestro cuerpo es una fuente segura y sincera que nos dará a conocer o nos permitirá reconocer aquello que va conmigo y lo que no; qué es lo que me resulta placentero y qué no. Y ya en contacto con la otra persona, escuchar su cuerpo y sus reacciones – y por supuesto sus palabras, si las hay – mostrarle respeto y empatizar con ella. Para mí esa es la buena dirección para aprender a practicar una sexualidad sana y satisfactoria.
Pero esta no suele ser la manera en que los hombres aprendemos sobre sexualidad. Como fue mi caso, sospecho que la mayor parte del “aprendizaje” al que accedemos se basa en lo que nos muestra la pornografía, y eso tiene por resultado que asumamos que en los encuentros sexuales son normales:
- La violencia
- Los roles de género estereotipados
- La ausencia de deseo
- La relaciones de poder en las que el varón lleva el mando
- La ausencia de escucha de los deseos o necesidades de la mujer (que se representa como juguete sexual para uso y disfrute del hombre)
- Situaciones anodinas que nada tienen que ver con el encuentro sexual ordinario en la vida real
Vamos, que aprendemos lo que se supone que es el comportamiento sexual “normal” de una fuente que lo distorsiona y nos aleja de lo que es una sexualidad saludable. Y así es como salimos a relacionarnos con el mundo.
Y claro, si aprendemos a relacionarnos sexualmente desde este lugar, y la práctica del sexo la asociamos a la violencia, al sometimiento, a los juegos de poder, a la penetración no consentida (violación), etc. eso mismo es lo que vamos a ir replicando, creyendo que es lo apropiado. ¿Qué es lo que pasa entonces? pues que de alguna manera estamos contribuyendo a perpetuar formas de violencia ya de por sí bien asentadas en torno a la sexualidad, como puede ser la prostitución.
Es tarea nuestra, muy especialmente de los hombres, desmontar todo este funcionamiento y emprender una búsqueda y exploración real de cómo es nuestra propia sexualidad. A pesar de que ello implique riesgos, hemos de hacer un ejercicio profundo de conexión auténtica con nosotros y con nuestra/s pareja/s sexual/es, si la/s hay, para conocer de manera íntima y auténtica a ese ser sexual que somos.
El sexo es una parte de mi vivencia como hombre que siempre ha despertado mi curiosidad, y todavía me gusta explorar ese terreno. Eso sí, con cierta timidez, pues en el contacto íntimo me siento un tanto vulnerable. Aún así siempre he reconocido en mí esa faceta exploradora. Me gusta experimentar con las distintas sensaciones en mi cuerpo, así como con las sensaciones que experimenta mi pareja sexual. Especialmente me interesa la comunicación que se establece como experiencia compartida. Eso me ha expandido la mirada, ya que he estado abierto a lo que me proponían y a la vez he estado abierto a proponer. Es decir, me he mostrado disponible para jugar y experimentar.
Y por el camino ha habido de todo.
Es posible que algunas de las experiencias que comparto aquí con vosotros y vosotras formen también parte de vuestra biografía. En cualquier caso, puede que como a mí, os cueste admitirlas frente a los demás. Es por eso que elijo este espacio para nombrarlas:
- Contacto homosexual: de niño he explorado las relaciones homosexuales. A pesar de considerarme un hombre heterosexual, para mí estas prácticas formaron parte de mi aprendizaje sexual. Sobre todo en aspectos que van más allá de lo puramente genital.
- Acoso: también lo he sufrido. Por lo menos en un par de ocasiones he sentido que querían hacer conmigo algo que yo no consentía. Aquí mi fuerza física fue determinante para poder frenar el avance y cortar en seco. Estoy seguro de que muchas mujeres no han podido establecer ese límite por encontrarse en desventaja en cuanto a fuerza física se refiere. O también por el papel que tienen interiorizado de inferioridad con respecto al hombre.
- Eyaculación: para los hombres la eyaculación a veces no es más que una respuesta mecánica. Que un hombre eyacule no significa que haya sentido placer o que haya disfrutado de la relación. Puede representar simplemente una descarga energética, pero poco más. En esas ocasiones la sensación de vacío que se experimentamos después puede ser muy grande.
- Masturbación: la relación que tenemos los hombres con la masturbación va más allá de lo puramente sexual. Hay personas que la practican para descargar ansiedad o para dormir. No soy un experto en el tema, pero creo que usamos la masturbación como camino para alcanzar lugares que tendríamos que ser capaces de alcanzar de otra forma.
- Falta de libido: He experimentado falta de libido debido a estrés laboral. Para mí la ausencia de libido llegó a representar una señal inequívoca de lo mal que estaba en mi trabajo. El estado de nuestra pulsión sexual me parece importante, ya que la presencia o ausencia de impulso sexual actúa como canal de comunicación muy sutil que nos puede hablar de cómo está nuestro mundo emocional.
También he tenido falta de libido a causa de la medicación que he tenido que tomar durante algún periodo de mi enfermedad. En esos momentos simplemente me adapto a la realidad y veo otras maneras de participar y disfrutar de mi sexualidad.
¿Y cuál es la realidad que yo escucho de la sexualidad de los hombres?
Muy a menudo lo que expresan es que experimentan una gran insatisfacción. Escucho mucha queja de que no hay suficiente sexo en sus vidas, pero me da la sensación de que hay poca preocupación o compromiso con respecto a la calidad de sus relaciones sexuales. Creo que no se paran a pensar que sin calidad es menos probable que haya cantidad, pues todo el mundo queremos “lo bueno” y nadie queremos lo que no es bueno, o es deficiente.
Desde mi posición actual de hombre heterosexual dentro de una relación sentimental de cierto recorrido, considero que los que tenemos pareja debemos ser valientes frente a ella y establecer un diálogo franco sobre aquellas prácticas que nos gustan, así como las que le gustan a la otra persona. Tenemos que abrir la mirada respecto a qué representa una sexualidad satisfactoria y sana para ambos. Es necesario que atravesemos la vergüenza y compartamos qué cosas nos gustan y cuáles no; que aprendamos a establecer límites y muy especialmente a respetarlos. Conviene también que entrenemos nuestra generosidad en el encuentro sexual. Creo que tenemos integrados muchos clichés sobre lo que debería gustarnos y resultarnos placentero, y esas tendencias pueden estar muy alejadas de mi realidad.
A continuación nombro algunas de las reflexiones que me he venido haciendo con respecto al tema que nos ocupa, esperando que te sirvan:
- Ya no soy un jovenzuelo. Lo que podría podía resultarme excitante entonces, en la actualidad no tiene por qué servirme. En mi trayectoria he vivido cosas que me han dejado una profunda huella, tanto física como emocional: relaciones que me han hecho bien y relaciones que me han hecho mal; separaciones, duelos, paternidades y estrés. Toca ahora resetear, parar y actualizar en qué punto estamos, tanto con nosotros mismos como con la otra persona. Dejar de dar cosas por supuesto. Dialogar, pedir, ofrecer y entregarnos también.
- La comunicación. El canal de comunicación que representa el sexo dentro de la relación se cierra automáticamente cuando algo en la misma está desajustado. ¿Qué pasa entonces? Pues que bien evitamos el encuentro sexual, o éste se vuelve poco satisfactorio. Se trata de un síntoma evidente de que algo más está pasando, y es entonces cuando corresponde que exploremos qué puede estar causando ese desajuste.
- La intimidad. Experimentar intimidad con la otra persona para mí forma parte intrínseca del encuentro sexual. Puede tratarse de un abrazo desnudo, de una conversación susurrada entre suaves caricias y besos o un fundirse en los ojos de la otra persona; es establecer ese espacio de complicidad donde lo que expresamos es: “estoy aquí contigo”. Esa conexión auténtica es la chispa que enciende la energía sexual que se va expandiendo para culminar en el coito y el clímax.
- El deseo aquí juega un papel indispensable. La sexualidad para mí está ligada al placer y al disfrute. Deseo tener relaciones sexuales porque las disfruto, me proporcionan placer, me conectan a nivel muy íntimo con la otra persona, y también me divierten, porque nunca hemos de olvidarnos de jugar.
- Experimentar. A pesar de que yo prefiero las relaciones sexuales en las que existe cierta implicación emocional, creo que es positivo que nos demos la oportunidad de explorar otras maneras distintas de experimentar con el sexo. Eso sí, siempre sobre las bases del respeto mutuo. No puedo saber lo que me va si no lo pruebo. Es bueno que nos atrevamos a probar – sin ponernos en riesgo – para poder definir cuál es la paleta de colores que a mí me va.
Ha llegado la hora de hacernos responsables cómo nos relacionamos con nuestra sexualidad. Reconocer que la otra persona no tiene por qué estar ahí para cubrir nuestras necesidades, y tener claro que nosotros tampoco estamos obligados a tener encuentros sexuales con personas que no deseen compartir su sexualidad con nosotros.
A veces tenemos la fantasía de que nuestra sexualidad es lo único que no tiene por qué verse afectada por las circunstancias de la vida. Pero si otras las áreas de la vida se ven afectadas por nuestras vivencias, la sexualidad tampoco queda al margen. Eso implica que a veces no la vamos a vivir exactamente como queremos. Me refiero a que cada quien – por ejemplo mi pareja y yo – tenemos un ritmo determinado y hemos de respetar que esto es así.
Para mí el quid de la cuestión está en dialogar, en expresar lo que nos pasa y necesitamos, y en escuchar muy activamente a la otra persona. Partiendo de esas bases, explorar, jugar y disfrutar todo lo que podamos, pues lo que corresponde al sexo es precisamente que sea placentero, juguetón y disfrutón.
Guillermo Delgado
En estos momentos me dedico a la Terapia gestalt Madrid (de forma individual y grupal), a dinamizar circulo de hombres (Masculino plural y caminando entre hombres), el masaje californiano y al trabajo de autoconocimiento a través de la propuesta corporal “Movimiento Cuerpo y Creatividad” basada en el Proceso corporal integrativo.