¿Qué nos pasa a los hombres en nuestras relaciones de pareja? y ¿Cómo podemos mejorarlas? 

Hace tiempo que llevo dándome cuenta de que algo le está pasando a las relaciones de pareja que demanda, cuanto menos, una atención especial. 

El caso es que varias parejas heterosexuales con las que tengo contacto a través de mi consulta o en mi vida personal, están atravesando crisis importantes en su relación. No me estoy refiriendo a parejas de personas jóvenes, o que acaban de empezar. Me refiero a aquellas que pasan de los 30, algunas con hijos e hijas, otras no, pero que llevan ya un considerable recorrido.  

Lo que comparto aquí no es lo que necesariamente observo en ellas, pero el hecho de que estén experimentando una crisis sí que me lleva a reflexionar sobre lo que creo que nos lleva a sufrirlas.  

El que una pareja pase por una breve crisis debido a ciertas desavenencias me parece algo normal, ya que lo lógico es que de vez en cuando surjan diferencias de percepción, de momentos vitales u opinión, pero en los casos que he observado no se trata de esto: aquí me estoy refiriendo a parejas que están atravesando una fase de crisis profunda que en muchas ocasiones desemboca en separación. Este desenlace en un momento dado puede ser lo mejor para ambos, pero lo que yo me pregunto es ¿Cómo hemos llegado hasta este punto? Y ¿Cómo podemos encontrar otra salida, otro resultado más satisfactorio para ambas partes y que no implique la ruptura?.  

Eso es lo que quiero mirar con vosotros, con vosotras aquí. 

Detecto algunas coincidencias, tanto en el relato de las mujeres como en el de hombres. Eso sí, por separado. Las mujeres de cierta madurez reportan que se tragaron sin masticar el dictado social de que para poder realizarse en la vida era imprescindible conseguir pareja y formar una familia.  

Los hombres por su parte cuentan que no se enteran, o no nos enteramos de que la mujer con la que estamos, y en consecuencia la relación, van cambiando a medida que pasa el tiempo; no nos damos cuenta de que tanto las necesidades, como los intereses y las preocupaciones cambian como consecuencia de las cosas que nos van pasando. La pareja, como cualquier cosa viva, evoluciona, seamos nosotros capaces de verlo o no.  

Escucho a mujeres que ante el “darse cuenta” de que el cuento que se habían tragado acerca de lo que hace falta para realizarse como mujeres es eso, puro cuento, buscan que su pareja cambie. Entonces comprueban que ésta no es capaz de actualizarse; que no percibe que las cosas han cambiado, que elude asumir responsabilidades y colocarse en una posición más igualitaria, por hablar de lo más evidente. Todo esto tiene que ver con los roles de género aprendidos y con todas aquellas tareas y mandatos que se supone son obligación o responsabilidad de las mujeres. A eso hemos de sumar los micromachismos que las mujeres soportan. Estos contribuyen al deterioro de nuestras relaciones porque cuando nos los señalan, nosotros, en vez de poner atención para evitarlos, bien les quitamos importancia o simplemente miramos para otro lado. Está bien comprobado que el trato desconsiderado o desigual da lugar al resentimiento, que se va acumulando y minando la relación.  

Observo que, en un momento determinado de su vida, las mujeres se dan cuenta de que no quieren representar el papel de madre con nadie. Para sentirse realizadas tampoco les vale solo tener un marido e hijos. A ellas se les ha quedado estrecho ese traje de la relación y quieren más o, mejor dicho, demandan relaciones más acordes a sus necesidades actuales. Buscan relaciones más respetuosas, igualitarias y equilibradas, es decir, relaciones de mayor calidad en las que el hombre ocupa otro lugar. Claro que, cuando se dan cuenta de esto ya llevan muchos años de decepción y desgaste, y remontar eso no resulta nada fácil.

¿Y nosotros, los hombres? 

Pues la mayoría de nosotros con 35, 40 o 50 años se puede decir que estamos en “Babia”. ¿Y a qué me refiero con eso? Pues a que las mujeres están acostumbradas a hablar, a cuidar su salud mental y emocional cuando no se sienten bien, a compartir sus problemas con sus semejantes y pedir ayuda a profesionales cuando lo necesitan. Ellas nunca paran de hacerse preguntas y buscan cuidarse. Nuestra sociedad patriarcal es especialista en educarlas precisamente en eso, en los cuidados. Nosotros prácticamente solo hablamos de si “follamos o no”, y cuantas veces, aunque por dentro todos tenemos muchas más preocupaciones, dudas y necesidades. Los hombres no compartimos con otros hombres cómo nos sentimos con respecto a nuestra pareja, si nuestra relación va bien, qué cosas funcionan y cuáles no, cómo podemos mejorarla, o cómo pedir lo que necesitamos. Y sobre todo nos falta hablar con ella, con nuestra pareja. Rara vez le preguntamos qué tal está, cómo se siente, qué necesita; qué siente ella que está funcionando entre nosotr@s y qué no; qué cosas le inquietan o le preocupan. Nosotros en general tendemos a mirarnos el ombligo. Nos cuesta levantar la mirada y de verdad ver a la mujer que tenemos al lado. Si he de ser sincero, creo que en el fondo tampoco sabemos cómo vernos a nosotros mismos. 

La inercia hace que nos dejemos llevar por un patrón de relación que se adhiere a los tradicionales roles de género y que está plagado de micromachismos en el día a día. Si la mujer ha tomado consciencia de dónde está y hacia dónde quiere ir, esa inercia nuestra lo más probable es que desemboque en separación.

 

¿Es la separación algo inevitable? 

Pues no sé, supongo que sí. Las relaciones humanas, al igual que la vida, son finitas. De hecho, la muerte del individuo debería también poner fin a la relación de pareja. Pero a veces sucede que tras la muerte de la pareja, la persona que se queda se aferra al recuerdo de lo que una vez fue, y eso hace que por lo menos en su imaginario, la “relación” se prolongue en el tiempo. 

A pesar de que la incertidumbre está ahí y que nunca se sabe cuándo la relación acabará, se puede disfrutar mucho mientras ésta dura. Se trata de no anticiparse a los acontecimientos. Es como con la vida en general: hemos de vivirla y seguir experimentando todo lo que aparezca, teniendo por seguro que tarde o temprano nos vamos a morir. 

Lo que deberíamos preguntarnos no es si la separación es algo inevitable o no, sino: ¿qué es más importante para nosotros, la duración o la calidad de una relación? 

Para mí es evidente que la calidad. ¡Que dure cuanto que tenga que durar, pero que sea de calidad! Y con calidad me refiero a que aporte equilibrio, bienestar y alegría. Yo esto lo tengo claro, tanto para mis relaciones de pareja, como de amistad y familiares. Hemos de invertir energía en que nuestras relaciones sean lo más satisfactorias posible y que nos aporten el mayor gozo. Así pues, yo prefiero vivir una relación de calidad, dure lo que dure, a mantenerme zombi o anclado en algo que no me nutre. Por eso, cuando alguien de mi alrededor comparte conmigo que está considerando dar el paso de separarse, o que ya tomó esa decisión, lo primero que me aparece es la tristeza, y a veces la rabia, pero inmediatamente después viene la comprensión. Y es que no se puede ir contra lo que es; la realidad coloca las cosas en su sitio y no podemos meter la cabeza bajo tierra. Sin ninguna duda, aunque al principio no seamos capaces de verlo, nos va a rentar más “empezar de nuevo”, a pesar de que tengamos que atravesar un abismo, la soledad y la incertidumbre de que pasará con nosotros en el futuro. La separación, en última instancia, siempre será mejor que estancarse en una relación deteriorada o no actualizada.

¿Y qué podemos hacer los hombres ante el despertar de nuestras parejas mujeres? 

Pues simplemente nos toca espabilar, que para mí es igual que decir hacernos presentes e involucrarnos en nuestra relación con ellas 

Parecería que ellas ya están un paso adelante con respecto a nosotros en esto de la consciencia y la autoconsciencia, pero independientemente de dónde se encuentren ellas, nosotros tenemos que mover ficha si queremos asegurarnos un futuro donde nuestras relaciones sean más sanas y equilibradas, más conscientes y plenas; un futuro en el que las relaciones sean de mayor calidad para tod@s. 

Sí, ya, pero ¿Cómo se logra eso? 

Se me ocurren infinidad de cosas que los hombres podemos hacer. Lo que resulta imprescindible es que nuestro movimiento se dirija en dos direcciones ¿A qué me refiero? Pues a que hay que ir tanto hacia dentro, como hacia fuera. El primer paso desde luego tiene que ver con llevar el foco hacia nosotros mismos y trabajar en nuestro autoconocimiento y desarrollo personal. Para eso el acompañamiento con Terapia Gestalt puede actuar como gran acelerador. Ahí sentaremos los cimientos del verdadero cambio y nos dotaremos de herramientas para “actualizar” nuestra relación.  

Una vez hemos avanzado un poco en nuestro trabajo personal, ya estamos listos para colocar nuestra intención, atención y, por qué no decirlo ¡esfuerzo! en conseguir que nuestras relaciones con las mujeres sean más justas y equilibradas. 

No tengo ninguna duda de que además de beneficiarnos a nosotros mismos, atender todos los puntos que aparecen más abajo redundará en la calidad de nuestras relaciones: 

  • Dirigir el foco hacia nuestro interior, en vez de mantenerlo todo el tiempo hacia los asuntos externos. Hacernos preguntas sobre aquello que queremos, sobre lo que hacemos y lo que deseamos. El acompañamiento terapéutico nos resultará de gran ayuda para lograr eso. 
  • Estar más presentes en nuestras relaciones, sin evadirnos. 
  • Dedicar tiempo, espacio y atención a nuestra pareja en el día a día, no únicamente en los días señalados. 
  • Diferenciar y separar los tiempos y actividades para compartir en familia – con los hij@s y amistades -, de los que se necesitan para nutrir la relación de pareja.  
  • Conversar más. En las parejas hace falta hablar mucho ¡pero mucho! Para facilitar que lo que es importante salga a la superficie no queda otra que expresarse, que conversar. Hablar de lo cotidiano, del tiempo. Hablar de las cosas aparentemente intrascendentes dará espacio para lo que de verdad importa haga su aparición en medio de la conversación.  
  • Mostrar interés por sus cosas por medio de preguntas… Algo tan sencillo como llegar a casa y decirle ¿Qué tal te ha ido el día? o quizá ¿Qué sabes de tu herman@? ¿Cómo has resuelto ese tema? Pues eso, interesarnos por la otra persona, acercarnos a ella, querer saber cómo es y participar de su mundo emocional. 
  • Hacerle partícipe de nuestras vivencias, preocupaciones, inseguridades, deseos, anhelos, frustraciones, etc., pues mostrarnos exactamente como somos es lo que garantiza la autenticidad en cualquier relación, especialmente en la relación de pareja.  

Todo lo que comparto más arriba conduce a que disfrutemos de relaciones más auténticas, más reales, actualizadas y seguras. Entiendo que no resulta nada fácil mostrar nuestra vulnerabilidad a la otra persona, abrir nuestro corazón y dejar que se vean nuestras fragilidades y vergüenzas, pero si esto es lo que hay ¡qué le vamos hacer! Somos lo que somos, y si queremos avanzar en nuestra relación, más vale que todo se sepa. Y no cuela eso de que “ya me conoce muy bien” ¡NO! Es necesario compartirnos; que las palabras salgan de nuestros propios labios y que la otra persona pueda escucharnos. Para poder llegar a ese nivel de apertura con nuestra pareja existe mucha ayuda desde el mundo terapéutico. Eso al menos es lo que creo, y por eso acompaño a hombres en Terapia Gestalt individual, así como en los círculos de hombres 

Debemos ser conscientes de que nos movemos dentro de una cultura machista. Es así como hemos crecido y nos hemos sociabilizado y no podemos abstraernos a ese hecho. Pero eso no nos da la excusa para que no dediquemos nuestro esfuerzo en lograr que nuestras relaciones de pareja se desenvuelvan en un plano de mayor igualdad y respeto 

Se me ocurren muchas cosas que los hombres hemos de cuestionarnos, y conseguir reequilibrar, para que lleguemos a disfrutar de unas relaciones de pareja igualitarias y satisfactorias, a saber: 

  • ¿Disponemos ambos miembros de la pareja de independencia económica? ¿podemos ambos emplear nuestro propio dinero en lo que nos da la gana? 
  • ¿Disponemos ambos miembros de la pareja de la misma cantidad de tiempo para dedicarlo a nuestras cosas? (hacer deporte, salidas con amistades o lo que sea) 
  • ¿Tenemos repartido equitativamente el trabajo que le dedicamos al mantenimiento de la casa? 
  • ¿Dedicamos el mismo tiempo a los trabajos y cuidados de la familia? 
  • ¿Goza nuestra pareja de la misma libertad para disfrutar de su tiempo libre y salir con sus amistades, independientemente de que nosotros lo hagamos o no? 
  • Las decisiones importantes que involucran a la familia ¿se deciden entre los dos? 
  • ¿Y las decisiones con respecto al tiempo que compartimos en pareja? 
  • Nuestros gustos y prácticas sexuales ¿son del agrado de los dos? ¿son placenteras y nos hacen sentir bien? 
  • Etcétera y muchos etc. 

Estas preguntas, que a primera vista pueden ser muy evidentes, no lo son para todo el mundo. Tampoco para todo el mundo tienen respuesta, o una solución fácil y clara. Aquí tenemos que ser sinceros: del mismo modo que la riqueza de la que gozan algunos países depende en gran parte de lo que extraen de los países llamados pobres, para que muchos hombres vivamos bien hay muchas mujeres que viven mal. Y en esto no me considero ningún santo, pero asumo mi responsabilidad –hasta donde puedo – ; hay algunas cosas que hago bien, muchas otras que intento hacer y no me salen tan bien, otras que no quiero hacerlas bien y otras que todavía no sé cómo las hago. No nos queda otra que poner más atención. 

En resumen, que el movimiento de las mujeres no es para que le tengamos miedo, o nos asustemos. Lo que hace falta es que nos re-conozcamos a nosotros mismos y nos responsabilicemos de cómo nos conducimos dentro de nuestras relaciones. La mayoría de las mujeres están dispuestas a acompañarnos en nuestro caminar, o más bien lo que desean es que caminemos con paso acompasado, pero hay que poder mostrarles que nosotros también estamos en movimiento. No nos creamos que nos van a estar esperando siempre. En estos momentos, esto es lo que hay: mujer que toma mayor conciencia, hombre que se queda atrás por miedo a responsabilizarse, a perder prerrogativas. ¿Consecuencia? un progresivo alejamiento, y por último, la separación. Así que, ¡amigo! esta rueda no va a dejar de girar porque nos quedemos quietos… 

Un fuerte abrazo a todos los hombres en movimiento. 

Guillermo Delgado  

En estos momentos me dedico a la  Terapia gestalt Madrid (de forma individual y grupal), a dinamizar circulo de hombres (Masculino plural y caminando entre hombres), el masaje californiano y al trabajo de autoconocimiento a través de la propuesta corporal  “Movimiento Cuerpo y Creatividad” basada en el Proceso corporal integrativo.

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